PARA LA ECONOMÍA LIBERAL, MÁS DE MEDIO SIGLO NO ES NADA
65 años del derrocamiento de Perón
A 65 años del golpe de estado del 16 de septiembre de 1955 es oportuno releer el diagnóstico que el presidente constitucional depuesto, Juan D. Perón, hizo apenas un par de meses después de haber sido destituido y obligado al exilio, una vez que el gobierno de facto empezó a aplicar sus medidas económicas.
Salvando las distancias, urnas y voto popular de por medio, cualquier similitud con el reciente gobierno de Mauricio Macri no es pura coincidencia, porque Perón hablaba de las típicas decisiones que la economía liberal había tomado en la Argentina antes de que el peronismo accediera al poder, por lo tanto, también conocía sus consecuencias. En su primer libro escrito en el exilio, La fuerza es el derecho de las bestias, señaló:
“Sus sistemas económicos, de neto corte capitalista, conducen al pueblo, a través de una absoluta descapitalización, a una economía de miseria. Capitalizan, en cambio, a los sectores del privilegio. Así, el bienestar social está al servicio de la economía, y ésta al del capital.
Invertidos así los términos de la economía de abundancia del justicialismo, supone sin más la inversión de todo un sistema. Ello es lo que está produciendo actualmente un verdadero caos en la economía argentina.
Como ellos no confesarán ni planificarán la reversión, porque no pueden decir al pueblo la verdad del despojo que están cometiendo, toda la etapa de esta inicua reforma estará sometida al ocultamiento de medidas inconfesables. Pero, si bien el pueblo desconocerá las causas, no escapará a los efectos. Los humildes no sabrán por qué, pero verán disminuir primero el poder adquisitivo de sus salarios, luego vendrá el encarecimiento de la vida y, finalmente, los alcanzará la miseria, con sus secuelas de hambre y de dolor.
La tiranía no está al servicio del pueblo, sino de los intereses capitalistas que la financiaron. Si alguna prueba faltara para juzgar el interés espurio de estos simuladores de la democracia y del ideal, sus procedimientos económicos no dejan lugar a dudas.
La desvalorización del peso asestará un rudo golpe a la industria, de la cual muchos establecimientos no podrán subsistir. Las masas obreras urbanas sentirán el fuerte impacto de esta inconsulta y brusca medida. La desocupación cundirá, agravada por la suspensión del Plan Quinquenal, y los salarios y sueldos bajarán de inmediato si los obreros no producen un grave conflicto de paralización. Para evitar esto último, ya la tiranía ha comenzado su trabajo destructivo de la Confederación General del Trabajo. Cuando llegue el momento, espera que las organizaciones estén tan desquiciadas y divididas que no puedan presentar un frente de resistencia, en cuyo caso no tendrán más remedio que aceptar su pauperización.
El efecto no parará allí, la disminución del poder adquisitivo del pueblo paralizará el consumo en un 50% y el comercio comenzará también a languidecer. La industria sufrirá así también el contragolpe, y un círculo vicioso envolverá a la economía argentina por largo tiempo, castigándola fuertemente con bruscos y repentinos desplazamientos que sentirán todos por igual. Nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza, y la economía argentina, con la dictadura y sus ‘técnicos’, retrocederá veinte años, después de un prolongado caos.
(…) Todo este proceso repercutirá desfavorablemente en las finanzas nacionales y estatales. La tiranía, como ya lo anuncia, recurrirá a los empréstitos. De ellos perderá en la contratación misma el 50%, del otro 50% se robarán la mitad ellos y sus intermediarios, como sucede siempre con los empréstitos. Luego el pueblo tendrá que pagar el total. Así, emprobrecido y endeudado, asesinado y escarnecido, todavía el pobre pueblo tendrá que decir que estos simuladores llegaron para libertarlo.
No hará mejor negocio el prestamista, que dudo encuentren en esta ocasión de buena fe, pues él cobrará tarde, mal o nunca. Cuando preste tendrá un amigo en la tiranía, que espera sacar ventajas personales; pero, cuando cobre, tendrá un enemigo en el Gobierno que esté, y otro más enconado en el pueblo que deba sufrir sacrificios para pagar al usurero.
Uno de los más grandes errores que cometen los grandes países es prestar dinero a los gobiernos, porque se lo roban en perjuicio del pueblo, que después culpa al prestamista. Los empréstitos deben hacerse a las grandes empresas y no a los políticos, que, en el mejor de los casos, los malgastan.
Durante mi Gobierno recibí innumerables ofertas de empréstitos, siempre con la comisión correspondiente, de manera que yo sé de qué se trata cuando se demuestra, como en la tiranía, una aguda propensión a esta clase de operaciones.
(…) La actual Revolución Argentina no tiene causas, porque solo es una reacción, es decir, un movimiento de fuerza antipopular, reaccionario.
Esta revolución no tiene causas porque no ha sido inspirada, sino financiada. Por eso, les ha sido necesario buscar una explicación mediante la calumnia denigratoria de los hombres, ya que en el Gobierno —se refiere a su propia gestión— no existe nada que pueda dar siquiera asidero a la calumnia.
Su programa, según lo anunciado por ellos, es ‘volver al año 1946’, es decir, destruir lo realizado por nosotros en los últimos diez años transcurridos.
Destruir la justicia social, lo cual ya está en marcha mediante los arbitrios económicos que hemos comentado.
Destruir la independencia económica mediante la vuelta al país a 1943, es decir, endeudada por empréstitos y con sus servicios entregados al extranjero.
Destruir la soberanía política mediante el fraude electoral en lo interno y la dependencia colonial en lo externo.
Ya han conseguido en gran parte destruir la felicidad del pueblo, y van camino franco hacia la destrucción de la grandeza del país”.
Juan D. Perón, 1956.
Fuente:
- Perón, Juan D. La fuerza es el derecho de las bestias. Instituto Nacional Juan D. Perón. Bs. As. 2010.
- Foto: La Izquierda Diario