46 AÑOS SIN PERÓN: EL MODELO ARGENTINO PARA EL PROYECTO NACIONAL

La conmemoración del 46 aniversario de la muerte del general Juan D. Perón es una buena oportunidad para recordar el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, que el tres veces presidente anunció en su último discurso pronunciado en el Congreso ante la Asamblea Legislativa, el 1ro. de Mayo de 1974, fecha más recordada por el enfrentamiento del líder con la Organización Montoneros en la Plaza de Mayo que por la presentación de lo que fue su legado político. El texto, reunido en unas 146 carillas mecanografiadas, sorprende por su visión anticipatoria de cuestiones que hoy se dirimen en el mundo como la globalización (que él llamó “universalismo”), el continentalismo, el cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales no renovables, la influencia de los medios de comunicación y la importancia de la ciencia y la tecnología en el desarrollo de las naciones, entre otras.

Al inaugurar el 99º período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, y a diferencia de lo que se estila en ese acto, el entonces Presidente Perón no dio cuenta de las acciones realizadas por cada ministerio que integraba su gestión, sino que prefirió anunciar un proyecto estratégico que debía regir los destinos de la Argentina, previa discusión de todos los partidos políticos y organizaciones sociales. “Treinta años de lucha política por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra Argentina necesita definir y escribir un proyecto nacional”, sostuvo.

Para advertir la mirada adelantada de la propuesta de Perón, es importante advertir que en el momento de elaborar el Modelo Argentino, el mundo se encontraba dividido en dos grandes bloques liderados por los Estados Unidos y la Unión Soviética respectivamente, en el marco de la “Guerra Fría” desatada luego de que finalizara la Segunda Guerra Mundial. Frente a esta bipolaridad del poder, Perón ya había planteado en sus dos primeras presidencias la necesidad de una “tercera posición filosófica, social, económica y política” que pudiera enfrentarla, ante el riesgo de que se desatara una nueva guerra.

En su propuesta de 1974, volvió a enunciar esa tercera posición, pero con la convicción de que el mundo marcharía hacia una unidad global. “Se percibe ya con firmeza que la sociedad mundial se orienta hacia un universalismo que, a pocas décadas del presente, nos puede conducir a formas integradas, tanto en el orden económico como en el político”, señaló ante la mirada atónita de los legisladores cuyas preocupaciones pasaban entonces por la crisis económica y la violencia política que vivía el país. Pero, el presidente continuó: “La integración social del hombre en la tierra será un proceso paralelo, para lo cual es necesaria una firme y efectiva unión de todos los trabajadores del mundo, dada por el hecho de serlo y por lo que ellos representan en la vida de los pueblos. La integración económica podrá realizarse cuando los imperialismos tomen debida conciencia de que han entrado en una nueva etapa de su accionar histórico, y que servirán mejor al mundo en su conjunto y a ellos mismos, en la medida en que contribuyan a concebir y accionar a la sociedad mundial como un sistema, cuyo único objetivo resida en lograr la realización del hombre en plenitud, dentro de esa sociedad mundial”.

A continuación, Perón explicó una situación que no hace muchos años empezó a evidenciarse en Sudamérica, con la conformación de distintos organismos de integración: “Para construir la sociedad mundial, la etapa del continentalismo configura una transición necesaria. Los países han de unirse progresivamente sobre la base de la vecindad geográfica y sin imperialismos locales y pequeños. Ésa es la concepción de la Argentina para Latinoamérica: justa, abierta, generosa y sobre todas las cosas, sincera. A niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza. De la misma manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice”.

“Latinoamérica es de los latinoamericanos –agregó-. Tenemos una historia tras de nosotros. La historia del futuro no nos perdonaría el haber dejado de ser fieles a ella”, y tras precisar que “nuestra tarea común es la liberación”, analizó que significaba esta palabra en cada uno de los ámbitos de acción. “En lo político, configurar una nación sustancial, con capacidad suficiente de decisión nacional, y no una nación en apariencia que conserva los atributos formales del poder, pero no su esencia”.

“En lo económico –continuó- hemos de producir básicamente según las necesidades del pueblo y de la nación, y teniendo también en cuenta las necesidades de nuestros hermanos de Latinoamérica y del mundo en su conjunto. Y, a partir de un sistema económico que hoy produce según el beneficio, hemos de armonizar ambos elementos para preservar recursos, lograr una real justicia distributiva, y mantener siempre viva la llama de la creatividad”.

En tiempos en que se discute sobre el significado de un “pensamiento nacional”, es útil la definición que aportó Perón refiriéndose a la liberación “en lo socio-cultural”: “Queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos, y que agregue a ello todo lo que nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural. Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra autoidentificación. Argentina, como cultura, tiene una sola manera de identificarse: Argentina. Y para la fase continentalista en la que vivimos y universalista hacia la cual vamos, abierta nuestra cultura a la comunicación con todas las culturas del mundo, tenemos que recordar siempre que Argentina es el hogar”.

Y ante el asombro de muchos legisladores que entendían que el punto crucial de la liberación era la economía, Perón afirmó: “En lo científico-tecnológico se reconoce el núcleo del problema de la liberación. Sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace también imposible. La liberación del mundo en desarrollo exige que este conocimiento sea libremente internacionalizado sin ningún costo para él. Hemos de luchar por conseguirlo; y tenemos para esta lucha que recordar las esencias: todo conocimiento viene de Dios”.

Después, se refirió a los recursos naturales que hoy tanto ambicionan los países poderosos del mundo: “La lucha por la liberación es, en gran medida, lucha también por los recursos y la preservación ideológica, y en ella estamos empeñados. Los pueblos del “tercer mundo” albergan las grandes reservas de materias primas, particularmente las agotables. Pasó la época en que podían tomarse riquezas por la fuerza, con el argumento de la lucha política entre países o entre ideologías”.

Tras sostener que estaba dispuesto a encabezar una revolución en paz, aclaró que esto “significa para nosotros no sólo desarmar las manos sino los espíritus, y sustituir la agresión por la idea, como instrumento de lucha política”. Y en cuanto a los intelectuales, también definió cuál debía ser su rol en la elaboración de este proyecto: “hay que comenzar por recordar que el país necesita un modelo de referencia que contenga, por lo menos, los atributos de la sociedad a la cual se aspira, los medios de alcanzarlos, y una distribución social de responsabilidades para hacerlo. Este proceso de elaboración nacional tendrá que lograrse convergiendo tres bases al mismo tiempo: lo que los intelectuales formulen, lo que el país quiera y lo que resulte posible realizar”.

Finalmente señaló que este Modelo debía discutirse en todos los ámbitos: en los partidos políticos pero también en las organizaciones sociales de toda índole, y por ello anunció la creación de un “Consejo para el Proyecto Nacional”. Y terminó con estas palabras que también parecen útiles en el presente: “Esclarezcamos nuestras discrepancias y, para hacerlo, no transportemos al diálogo social institucionalizado nuestras propias confusiones. Limpiemos por dentro nuestras ideas, primero, para construir el diálogo social después”.

Perón murió exactamente dos meses después de la presentación de su propuesta, el 1º de julio de 1974. Desde entonces el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” quedó guardado en varias carpetas arrumbadas en algún cajón. Muy pocos de sus partidarios y tampoco sus adversarios volvieron a hablar de él. Tal vez sea un buen punto de partida, con las actualizaciones necesarias, para establecer 46 años después cuáles son esas políticas de estado que deberían acordarse en el presente que tantos reclaman, pero que muy pocos formulan.

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